En mi último balance anual preveía que este año iba a ser decisivo por muchos motivos: nuevos planes en el horizonte, nuevas personas en la familia, nuevos destinos en la maleta y nuevos aprendizajes que sumar. La incertidumbre y las inseguridades que nos persiguen en esta época incierta siguen ahí, pero intento únicamente mirarlas de reojo. Si tuviera que nombrar este 2015 creo que no dudaría al denominarlo el año del cambio. Ya lo dijo Einstein, “si buscas resultados distintos, no hagas siempre lo mismo” y en ese punto me encuentro. Una vez detectado que tu vida necesita un acicate, el siguiente paso es ponerse a ello.
En mi caso, como los buenos guisos, estoy cocinándolo a fuego lento. “En la vida hay algo más importante que incrementar su velocidad”, esta vez la cita es de Gandhi. Mi lema sería algo así: Menos relojes y más disfrutar el momento. Menos futuro y más presente prolongado. La teoría nos la sabemos todos, pero ¿cómo ponerla en marcha? He ahí el reto: saber traducir en pequeñas acciones todos aquellos propósitos que tenemos identificados. No es tarea fácil, sobre todo cuando no sabes por dónde empezar. Tras dedicar los últimos meses a leer sobre el tema, os comparto algunas pautas que a mí me han ayudado a ir desentrañando las dudas (y digo desentrañando porque aún me asaltan).
1. Encuentra un propósito
Sin duda, es lo más complicado porque implica sentarse y reflexionar. Si alguien nos preguntara abiertamente cuál es el propósito de nuestra vida seguramente la pregunta nos dejaría fríos. ¿Trabajar y tener una vida estable? ¿Ser feliz? En la medida de lo posible hay que intentar concretar porque sólo así conseguiremos trazar un plan de acciones que nos acerquen a él. Yo he aprendido que el propósito tampoco tiene que venir en mayúsculas, quizás exista un objetivo en minúsculas que sea la pieza que desate el engranaje de cambios. Si crees que no tienes fines a la vista, dedica un tiempo a pensar qué le daría significado a tu vida. Suena muy trascendental, pero puedes descubrirlo compartiendo la inquietud con tus amigos o pareja.
Este parece el paso más sencillo, pero para mí es el más complejo. Vale, ya sabes qué es lo que te gustaría cambiar, pero ¿y si mañana cambias de idea? ¿Y si cambiando te pierdes otras cosas? ¿Cómo asumir el coste de oportunidad de las decisiones que tomamos? Creo que ya he mencionado en algún post que yo soy una persona inconstante, me cuesta muchísimo tener paciencia a la hora de ver resultados a medio plazo. Intento trabajar en ello, pero mientras tanto trato de relativizar y quitarle hierro al hecho de tener que tomar unas decisiones y no otras pensando que todas tienen algo bueno.
3. Crea el espacio para el cambio
Una vez identificado y reafirmado cuál es tu deseo, deberás tomar decisiones para que éste se cumpla. No tienen que ser decisiones drásticas (o sí), los grandes cambios están hechos de miles de resoluciones pequeñas. Dedica cinco unos minutos al día a crear mentalmente este espacio y verás cómo poco a poco lo vas viendo más nítido.
Comparte tus inquietudes, no tengas miedo a lo que los demás opinen. Si has conseguido creerte tu propósito, no te influirán los miedos y/o inseguridades ajenos.
5. Ponte plazos
Antes decía que a mí me gusta cocinar los cambios a fuego lento. A fuego demasiado lento, probablemente. Así que me cuesta muchísimo ponerme plazos, pero son vitales. Un plan de acciones sin unas fechas orientativas no funcionará. Pasará el tiempo sin que hayas puesto en marcha ninguna acción y eso hará que acabes sometida de nuevo a la rutina. Marca en fosforito: ponerme fechas.
6. Céntrate en las pequeñas acciones
No caigas en pánico, ni te frustres. Cuando lees sobre cómo cambiar o mejorar tu vida te encuentras de todo y muchas veces piensas que no todo es tan idílico como lo muestran. Por supuesto que muchos quisiéramos vivir cerca del mar, tener un trabajo estimulante y una familia sacada de Pinterest. Y todo esto no se pide en Amazon. Si nos desanimamos de antemano nunca lo conseguiremos. Puede que nuestra casa no sea como las que vemos en los blogs, nuestra familia tenga momentos que nos saquen de quicio, desde nuestra ventana no se vea el mar y nuestro trabajo no tenga nada que ver con aquello que estudiamos. Pero lo importante es que el balance general sea positivo y que sintamos que las diversas decisiones que tomamos le dan sentido a nuestra vida.
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