A Carmen Laforet la descubrí entre los libros de una biblioteca el año que cumplí 18 años y comenzaba una nueva etapa en Madrid. Tenía mucho tiempo libre y una desazón que me llevó a decantarme por uno de sus libros más premiados: Nada. En una primera lectura, la novela me gustó pero no le presté demasiada atención una vez acabada. Fue años después, tras ver un documental sobre su vida y obra, cuando quedé prendada por su amor a la profesión, su mochila cargada de experiencias y su tenacidad por conciliar las dos versiones de sí misma: la escritora incansable y la madre entregada. Todo lo que rodea su trayectoria me suscita mucha curiosidad, por eso, cuando supe que existía una recopilación de la correspondencia que mantuvo con Elena Fortún, no dudé en hacerme con ella.
Se trata de “De corazón y alma”, un libro que recoge todas las cartas que ambas escritoras se enviaron durante los años 1947 y 1952, año en el que Fortún fallece. Es un libro cortito, de apenas algo más de un centenar de páginas, en el que se expone este trenzado de cartas que demuestra la admiración y cariño que ambas sentían. En el prólogo, Cristina y Silvia, hijas de Laforet, cuentan qué supuso para ellas encontrarse con este paquete de misivas que una de las mejores amigas de su madre les entregó un día. Asimismo, rememoran los momentos felices que compartieron con ella en torno a las aventuras de Celia, personaje clave en la producción literaria de Elena Fortún. Como suele ocurrir con los recuerdos lejanos en el tiempo, olvidamos los detalles concretos, pero somos capaces de recordar con nitidez las sensaciones y los lugares interiores a los que nuestra memoria nos lleva.
“De corazón y alma” habla de amistad, literatura, cariño, maternidad, enfermedad, admiración, mujeres. A través de esta relación de cartas descubrimos a dos mujeres que, aún con una diferencia de edad notable, sienten que han nacido para encontrarse. Laforet incide en este hecho en varias de sus misivas recalcando lo importante que ha sido Fortún en su vida: “En cierta manera, yo, querida, me siento hija tuya. He pasado muchos años de mi vida hablándote”. Elena recibe esa admiración en un momento de su vida en el que la enfermedad la mantiene alejada de todo. Ella que fue una pionera en su generación y, sin pretenderlo, acabó convirtiéndose en mentora de muchas escritoras, se ve inmersa en una soledad que no le corresponde.
La enfermedad atraviesa todos los textos que ambas se envían y como lectores asistimos al debilitamiento de Fortún. La última carta que envía a Carmen está fechada en enero de 1952 y en ella expone la crudeza de su padecimiento: “Me preguntas si quiero curarme…La verdad es que ya no quiero vivir más, pero tampoco sufrir de esta manera. […] A veces me parece esto un cuento”. Las siguientes misivas recogidas siempre son en la misma dirección: de Carmen Laforet a Elena Fortún y ninguna de ellas obtiene respuesta. A finales de enero finaliza esta correspondencia y será meses más tarde, en mayo, cuando la autora que dio vida a Celia fallezca en Madrid, ciudad a la que volvió gravemente enferma.
Si queréis descubrir a dos mujeres poderosas que en épocas distintas defendieron la libertad de las mujeres para ser y sentir, os recomiendo mucho la lectura. Para mí, “De corazón y alma” ha sido una acicate para seguir conociendo más aspectos de sus vidas y obras. Una excusa para recorrer el camino que ambas emprendieron de la literatura a la vida.
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